No logro recordar si hubo un tercer partido, el del desempate. Seguramente porque no me conviene. La cuestión es que el barrio quedó en paz: cada uno ganó su partido y todos contentos.
Hasta que...
Días, semanas, meses más tardes diría yo, de a poquito se asomaba un particular enemigo. Ahora mismo evoco su infeliz rostro y me dan ganas de desfigurarlo. Nombrarlo no vale la pena, lo llamaremos por su apodo, "cabeza de huevo".
Este pibe era bostero, vivía cerca de casa y cada tanto me lo cruzaba en los recreos del colegio. Con él comentábamos las usuales derrotas de los equipos de Bilardo y el Bambino, mientras el dream team conducido por Ramón Díaz se llevaba toda la gloria. Hasta que un día se cambió de vereda. Por una pelota y 10 pesos, se sacó la azul y oro para ponerse la banda roja. Un vendido importante.
Igualmente, eso no fue nada grave. Lo verdaderamente jodido era que se metía con nosotros, se hacía el amigo para después mandarse alguna forrada. En muchas ocasiones se peleó con Facu, mi vecino de enfrente que se mudó a Entre Ríos, o con Pablo, uno de los pibes de la otra cuadra. Siempre que pasaba eso saltábamos en su contra, simplemente por venir a jodernos cuando nosotros nada le hacíamos.
Dicho esto, nunca entendí por qué le seguíamos llevando el apunte y lo dejábamos participar en los partidos. Quizá no quedaba otra. O sí, pero nos gustaba mandarlo seguido a la mierda. Lo cierto es que paseaba su estupidez andante cada vez que podía, y hasta a veces nos daba pena. ¿Por eso íbamos a sus cumpleaños? Otra explicación no encuentro.
Gracias al cielo, un día se mudó. Igualmente siguió apareciendo por estos pagos, ya que su abuela vive acá. El auto destartalado del padre lo traía cuando estaba aburrido en su nuevo barrio. Pobre pibe, again.
A principios del 2000, "cabeza de huevo" festejó su natalicio no sé cuánto, y los pibes de Guillón estábamos invitados. Dos se bajaron. Estaban distanciados con el quetejedi. El resto, fuimos.
Un colectivo escolar nos llevaría hasta su nuevo hogar, situado en una zona heavy de Monte Grande. El bondi del progenitor de Marcos, un tipo realmente muy extraño, se sacudía como aquellos micros atestados de barras bravas. Se mueve para acá, se mueve para allá, ésta es la banda más loca que hay.
Una vez instalados en tierra vecina, se armó el picadito. La consigna era clara: Luis Guillón vs. Monte Grande, y a ver quién es el capo de Esteban Echeverría. Los panchos, las hamburguesas, y todo ese copetín al paso de los cumpleaños quedaba para el postre. Ante todo, el duelo futbolero.
Burros. Eso eran ellos. Los amigos del "cabeza de huevo" vieron pasar la pelota durante una hora y monedas, humillados con su hinchada vecinal de testigo. No eramos visitantes para nada, el resultado final (12-5) a favor nuestro demostró una superioridad notable.
El post partido no estuvo de más, pero a quién le importa. El objetivo estaba cumplido. Ganamos en todas partes. Como el Boca de Bianchi. Campeones intergalácticos...con el eclipse de luna ahí nomás.
jueves, 24 de junio de 2010
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