No los olvidé. Ellos pensaron que sí, pero deberían conocerme lo suficiente como para deducir que no voy a ser tan colgado de omitir nuestro reencuentro. Bueno, por ahí no recuerdan mi personalidad porque ya hace un mes, y más también, que no nos vemos. Es mucho tiempo para dejar de ver a tus mejores amigos. A mí me cuesta aceptar las cosas como son, y trato de erradicar la vida pseudo moderna que avasalla al calendario, aquella que te obliga a cumplir tus obligaciones y despojarte el mayor tiempo posible de lo más preciado. A lo mejor hay que bancársela, es el mundo de hoy, pero no, no me la banco, loco.
Los muchachos están mirando la tele. Parecen entretenidos con alguna repetición de esas películas del año del orto, mal traducidas. Nos saludamos efusivamente, como quien recién llega de un viaje extenso. El que vamos hacer ahora no es tan corto, así que mi amigo ya enciende la marcha de su auto. Para la merienda llevamos algunas galletitas por si pinta el hambre en la mitad del trayecto. El dueño del coche puso su radio favorita, la que pasa puro rock nacional y yo detesto. Al rato, por unanimidad será cambiada. El chofer tiene música programada, no tan buena, pero mejor que la anterior. Viajando, la música pasará a segundo plano.
Uy, ¿te acordás de aquella vez? Sí, parece que la evocación nostálgica más visceral se apoderó de nuestra conversación. Dejamos muchas historias dentro de las paredes escolares, varios momentos en las fiestas desorganizadas que terminaban en caos, y demás etcéteras. Todo tiempo pasado fue mejor dirá el tango, mientras el tiempo le da la razón. Eso no quiere decir que el presente sea una mierda, pero seria necio no decir que hace escasos años atrás eramos más felices que ahora, con más esparcimiento y sueños todavía ingenuos. Cuando crecíamos juntos, todo era más fácil, es más, podíamos hablar todos los días cara a cara. Ahora es complicado.
La República de los Niños y los zoológicos están repletos, agradezco por un instante el hecho de no ser padre. "Pasame otro mate" le digo a un amigo, mientras el que maneja sigue tirando su parecer acerca de diversos temas candentes. Después, cuando el horizonte cercano se va empobreciendo, nuestra charla encendida se apaga de a poco. Yo estoy a punto de llorar, no sé si de tristeza o de emoción, pero hago un esfuerzo para tragarme las lágrimas. Ya está, ahora hay que bajar del auto y caminar hasta la casa del tipo ese. Mientras observo las casas, me pregunto por dónde quedará esa pensión que cobijó mis primeros meses de vida junto a mamá y papá. Nunca lo sabré.
Es muy surrealista esto. No sé qué hago acá, en este hermoso hogar. Tengo ganas de irme, aunque antes hay que llevar las cosas al auto. La escalera estrecha podría causar algún error peligroso, debemos bajar con cuidado los objetos. Luego, llegado el momento de pagar, la situación se pone tensa. El platense no está dispuesto a ceder y mantiene firme su postura hasta la última consecuencia. Nos ganó. Marchamos con una rara sensación. A la vuelta, suena el casette de Los Rodríguez, mientras se me parte la cabeza. A pesar de mi dolor, reflexiono en voz alta: "pasamos un bonito día, eh". Ellos coinciden. Con lo bien que me siento ahora, no me conviene pensar en mañana.
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