lunes, 19 de enero de 2009

Mary Jane

El sábado 10 de febrero del 2007 me agarró yendo para la Costa. Partimos de madrugada, factor altamente contraproducente para un mortal con sueño. Dejando las quejas de lado, encendí mi iPod cargado con un soundtrack especialmente seleccionado para las fugaces vacaciones. Finalmente me enganché con la tristemente célebre "radio del puro rock nacional", al toparme con un recital de Las Pelotas en el Cosquín Rock. Si revisamos el post anterior, notarán que de alguna u otra manera, el Bocha me acompañó en la ida y en la vuelta. Curioso. Luego de 5 horas llegamos a la espantosa Mar de Ajó, lugar donde se desarrollaría la primera fecha del TC. Mi viejo y mi hermano, fierreros ellos, comenzaron a agitar sus banderas de Chevrolet, y como tanto a quien les escribe como a mi vieja no nos atrae el ruido de los motores, existían dos opciones para huir de Carburando y la mar en coche: Villa Gesell o San Bernardo. En el primer destino, amigos. En el segundo, "amiga". Opté por la amistad masculina, ya que la femenina, la consideraba de menor importancia. En la ciudad de Carlos me esperaba el sábado perfecto: playa, sol, amigos, guitarra, noche, fogón, alcohol, pipa de agua, risas y más risas. La decisión resultó más que atinada. El domingo fue otra historia. Amanecí como pude, y al encontrarme en la terminal de Gesell despidiendo a 2 amigos, en algún lugar inhóspito de mi mente surgió la idea de ir a visitar a mi "amiga". Como no quería ir solo, le hinché la paciencia al amigo que quedaba para que me acompañara en la travesía. Dijo que sí. Micro matutino, y al ratito nos encontrábamos en San Bernardo. Taxi! llévenos a Chiozza, entre Querini y Falkner. Cuánto es? muy bien, tenga. Bajamos... (Ah, me olvidé de decirles. Las comillas al utilizar la palabra "amiga" se debe a que la conocía solamente vía chat, y además, me gustaba mucho como para llamarla así. Pero creo que era el término más adecuado). Retomemos. Mientras le encargué a mi amigo que averigüe cómo estaba el mar, encaré para la Rockería en la cual trabajaba mi "amiga". Tenía nervios, no sé por qué. Esquivando la entrada del local, di 2 vueltas manzanas para respirar y pensar bien lo que le iba a decir. Hasta que por fin ingresé, se acercó, y... -Hola, Aily! Soy yo, Fede. El del MSN, el que le gusta Intoxicados... -... -El que chatea con vos todos los días. Me reconoció y...abrazo de gooooooooooooooooooool. Ese caluroso segundo merecía una instantánea. Realmente me hubiese encantado quedarme a vivir entre sus brazos. Pero no, nos soltamos y comenzamos a charlar. Ella tenía sueño, muuuucho sueño. Arrastraba un sábado similar al mío. Se sirvió un café acompañado por facturas que yo había comprado hacía minutos. Eso sirvió para despabilarla un poco. Sus característicos ojos achinados incitaban a la sospecha, pero le juré que no era policía. Al contrario, si le sobraba algún churro, la acompañaba. Eso sí, fuera de la hora de trabajo. Al rato, entra un cliente y pide algo así como un llavero con la cara de Hendrix. Mientras ella lo busca, yo la miro de pies a cabeza, estudiando sus movimientos. Efectivamente, su fotolog no mentía: esa cercana fusión entre hippie y rolinga le calzaba a la perfección. Se va el cliente y continuamos con nuestro afectuoso diálogo. A medida que intercambiaba palabras con ella, mis dolorosos pellizcos confirmaban que la situación era real. Casi sin darnos cuenta se hicieron como las 2 de la tarde. Hora de cerrar el negocio y de saciar el apetito. Pronto llegaría mi viejo para devolvernos a Gesell a mi amigo y a mí, pero yo de ningún modo me quería ir. Por suerte mi amigo entendió el guiño y me salí con la mía. Mientras mi compañera almorzaba y tomaba una reparadora siesta en su casa, yo aguardaba tranquilo en el ocio sanbernardino. Sin querer me dormí. Cuando desperté, las agujas del reloj acariciaban las 5 y monedas. Comencé a preocuparme, a dudar si aparecería mi nena. Hasta que por fin asomó su delgado cuerpo, acompañada por otras 2 chicas. Pero mi vista estaba clavada en ella. Nadie ni nada la podía correr de mis ojos. Ni bien llegó, iluminó la tarde. El sol parecía de más, como que estorbaba, al igual que sus amigas. La invité a caminar un rato por la playa y accedió. La arena quemaba a sus pies inquietos, pero el agua del mar calmaba la temperatura al arribar a la orilla. Su personalidad no sólo enamoraba, sino que también contagiaba energía. Bastaba comprobarlo al verla bailar, saltar, cantar. Todo muy lindo, pero el atardecer decía adios y yo todavía no le había dicho lo que sentía. Así fue que antes de abandonar la playa pelé una hoja de papel que tenía en la mochila, y le mostré algunas estrofas sueltas escritas por mí. Al no tener la menor idea de como iba a reaccionar, yo me iba preparando para una respuesta tipo "te quiero como amigo". Por suerte mi proyección fue errónea. Estampó la pseudo carta en su corazón, y me estrechó entre sus brazos, aun más apasionadamente que en aquel encuentro del mediodía. Si ella se hallaba conmovida, qué quedaba para mí. Luego de que le brotaran algunas lágrimas, me comentó sus sensaciones. Y pensar que hasta ese día éramos indios latinos comunicados a través de internet. Me dijo que la espere, que enseguida regresaba. Ya era de noche, mi cabeza se mantenía descolocada. El centro de San Bernardo me llevaba flotando por sus calles. Volvió, algo más producida estéticamente hablando, y me invitó a su casa para darme un baño. Y sí, a esa altura estaba más roñoso que Vicentico. Concretada la correspondiente ducha y los escasos picoteos en la mesa de la cocina, una vez más salimos al sol. Mejor dicho, a la luna. La luna más hermosa de todas las noches que podrían haber existido. Tomados de la mano, fuimos a ver algunas bandas anónimas, para después sí, enfilar hacia la playa. Allí sacó los churros del desayuno. Lo que siguió fue algo así como la paz absoluta alimentada de felicidad...un Woodstock para dos y el mar como banda de sonido. El fin de semana moría, otro maldito lunes había caído sobre la tierra. Pasó mi viejo para llevarme a casa. Antes, hubo una despedida. La hora de alejar nuestros cuerpos nos encontró más cerca que nunca. El beso final grabó en nuestros corazones el nombre de cada uno. Mis últimas palabras se iban hacia un futuro no muy lejano: esperame acá mismo, el lugar en el cual pactamos nuestro amor de verano, pero que se extenderá hasta las demás estaciones del año. En este caso el "dicho y hecho" no se concretó. El verano del 2008 (10 años después de aquella fastidiosa telenovela) truncó nuestro reencuentro gracias a su novio, quien la vigilaba muy de cerca. Pasaron casi 2 años. Tengo ganas de volver. Se acerca febrero y yo sé que ella está ahí. Con su mirada encantadora y una remera con la cara de Janis.

5 comentarios:

Jack Torrance dijo...

uno de los mejores post que he leido, q linda historia che!

Ezequiel dijo...

Al final, resultaste un tipo sensible (?)

Muy bueno el relato, bien llevado, entretenido. Felicitaciones. Y, a menos que siga de novia, volvé.

Martin dijo...

S entoa el amor en el aire, lamentablement eno peudop hacer un "curssssssssssi!"" ya que ando en algo mas que parecido y tuve un encuentro mágico de similares caracteristicas,........aunque sin la playa de fondo, sigo enterrado en la urbe de cemento.


Encima me invitaron varios amigos para viajar y no puedo.

p.d: si te parece decadente mar de ajó imaginate dodne vacaciono yo que lo mas cerca y civilizado es dicha zona, pero al menos disfrutaba antes de una casa propia.
saludossss!

Fede dijo...

Laposta y Eze, se agradece.

Lucifer, en la arena o en el cemento, que sea amor (?).

Anónimo dijo...

muuuy bueeno

como contas historias eh

y ojala en febrero grite mas que janis joplin en cry baby